Playgrounds del México Moderno. Reseña

¿Quién no guarda entre sus recuerdos, la figura de un animal de concreto, de aquellos que salpicaban los parques con su alegre abstracción? Los playgrounds en el México Moderno formaron parte de proyectos arquitectónicos y artísticos motivados por la investigación y consideración de sus usuarios, los niños, y materializaron el optimismo paradigmático que caracterizó al Movimiento Moderno por diseñar una mejor sociedad desde sus orígenes. Este libro narra una historia especial, reconstruida desde abajo, es decir, desde la mirada que la infancia aporta a la memoria, y que nos lleva a imaginar otro mundo posible, como veremos a continuación.

 

El periodo que se conoce como Movimiento Moderno en México, puede ser visto como un rompecabezas cuyas distintas piezas han sido estudiadas en los últimos años. Hay algunas muy conocidas, como las que corresponden a los grandes arquitectos, las obras del Estado mexicano en expansión, o el movimiento de integración plástica. Y otras, menos revisadas, que contribuyen a imaginar este periodo con todo su colorido. Es el caso del espacio público y en particular, del diseño de mobiliario urbano infantil cuyo estudio es abordado por Aldo Solano Rojas en su más reciente publicación, Playgrounds del México Moderno.

Como en uno de los parques urbanos mencionados, el autor pone a jugar distintos temas que se entrecruzan en varios niveles y nos dan el panorama general en el que estos playgrounds evolucionaron: la visión del Estado como agente que marcaba el ritmo de la modernidad mexicana; el cambio ideológico pos revolucionario que veía en el juego y los deportes el cumplimiento de una de sus promesas; los programas públicos gubernamentales que trataban de homogeneizar la infraestructura del país; y las flamantes instituciones como el IMSS, la SEP, el Instituto Nacional de Protección a la Infancia o el Instituto Nacional del Deporte, cuyo objetivo era dar a las clases urbanas medias y bajas, una vida sana y atlética.

Las colaboraciones entre artistas y arquitectos es otro tema ampliamente abordado y que se desprende de un aparente vacío profesional: la inexistencia de diseñadores industriales, cuya presencia en nuestro país se asomaría a mediados de los años sesenta.  Sin embargo, se habla de un cruce de caminos interesante entre estas dos profesiones, pues, “en los aparatos de juego podemos identificar las exploraciones plásticas y escultóricas de los arquitectos, así como la experimentación con formas arquitectónicas por parte de los artistas”.

Como en un álbum de recuerdos, pasamos de capítulo en capítulo, desde los orígenes de las áreas infantiles a finales del siglo XIX, a la idea de playgrounds en el México moderno, para luego saltar a ejemplos concretos como los parques y jardines diseñados por Luis Barragán, Fernando González Gortázar, y visitar también aquellas zonas de juego insertas en unidades habitacionales, por ejemplo, la ubicada en la guardería infantil del IMSS dentro del Centro Urbano Miguel Alemán, diseñado por Mario Pani, y con murales de Carlos Mérida cuya temática animal complementaba la atmósfera festiva del sitio.  Mención aparte merece el célebre “Cohete de Tlatelolco”, ubicado en el conocido Complejo Habitacional Nonoalco-Tlatelolco —diseñado igualmente por Pani, junto con Ricardo de Robina entre otros— y cuya altura representaba un peligro, por lo que fue retirado a mediados de la década de 1970.

Otro punto interesante del libro, es la idea de una historiografía de los espacios infantiles. El autor habla de un sector de la población que no ha sido tomado en cuenta ni por la historia ni por el diseño urbano— por su condición pasajera— y que, sin embargo, forma parte de las ciudades. “Su existencia es apenas rastreable” pues el espacio público está diseñado a una escala “adulta”.  Las ciudades, y sus gestores han ignorado históricamente las necesidades de una gran parte de la población, la pequeña.

Este libro con mirada nostálgica, nos invita a recordar una parte de nuestra infancia relacionada con el espacio público. Los parques y jardines formaron parte de nuestra noción de la ciudad, aquella que nos pertenecía y que nos dotó de espacios para desarrollarnos. A la vez nos hace reflexionar sobre el mobiliario infantil, como un elemento valioso y útil para el diseño urbano, y en un plano relacionado con la historia y su estudio, nos presenta un nuevo terreno en donde podemos, libremente, imaginar y jugar.

Solano Rojas, Aldo, Playgrounds del México Moderno, México, Fundación Júmex / Cubo Blanco, 2018.

Por Laureana Martínez Figueroa