El legado arquitectónico de Francisco Toledo

El legado arquitectónico de Francisco Toledo

Es admirable la estela que, al partir, Francisco Toledo deja en el firmamento de las artes de México. Sin embargo, en esta entrada del blog, y a manera de humilde homenaje, recordaremos otro tipo de legado, uno relacionado con la arquitectura y la protección al patrimonio histórico. Estamos hablando del Centro de las Artes de San Agustín (CASA) y el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO). Recordemos su historia y con ella al maestro que la hizo posible.

 

Francisco Toledo (1940-2019) fue un artista total. Hombre de pocas, pero bien elegidas palabras, reflejó en su obra un universo mágico que sólo pudo ser concebido en un espacio igualmente enigmático y sorprendente: Oaxaca. El arte en sus manos buscó forma y movimiento —como la imagen del niño-artista volando un papalote—  y al trascender, saltó, cual chapulín, al plano de lo permanente, ese sitio en donde reside también la buena arquitectura, aquella que, a través del tiempo, adopta valores e historias, espíritus de épocas pasadas y presentes. Toledo era consciente de la belleza asociada a la historia y a la tradición. Tenía en la mente y en el corazón, la importancia de preservar las raíces de un pueblo, por ello siempre defendió la integridad de la ciudad histórica y promovió la reutilización del patrimonio arquitectónico.

Dos edificios son testigos de esta relación del artista con la arquitectura: el Centro de las Artes de San Agustín (CASA) en Agustín Etla, Oaxaca, y el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) en el corazón de la capital oaxaqueña, espacios que fueron escenarios tanto de su pasión por el arte como del interés que tuvo en fortalecer, a través de distintos territorios artísticos, la idea de comunidad, de libertad. Nuevamente la imagen del papalote que vuela entre sus manos…

 

Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO)

 

Ubicado en el Centro Histórico de la ciudad de Oaxaca, México, este espacio de belleza colonial, fue fundado por el artista Francisco Toledo conjuntamente con el INBA, el Gobierno del estado de Oaxaca y la Asociación Civil “José F. Gómez”.

Esta hermosa casa del siglo XVIII situada frente al ex Convento de Santo Domingo y a un costado de la Plazuela del Carmen, sobre la Calle Macedonio Alcalá, fue donada al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) por la familia Toledo, con el propósito de difundir el arte y exhibir la colección gráfica que el maestro, en ese entonces, comenzaba a formar.

Actualmente aloja una de las colecciones de artes gráficas más importantes de Latinoamérica.

Cuenta con cinco salas de exhibición, tres de biblioteca, un patio central, una cafetería y un restaurante especializado en platillos típicos de la gastronomía oaxaqueña.

 

El Centro de las Artes de San Agustín (CASA)

 

A 17 km de la ciudad de Oaxaca se encuentra el Centro de las Artes de San Agustín Etla, una ex fábrica de hilados y textiles donde convergen, actualmente, artistas de varias latitudes y tendencias. Este centro, una pieza de arte en sí mismo, representa además el interés de Francisco Toledo por rescatar del olvido a un edificio industrial y ponerlo al servicio de una comunidad específica.

La arquitecta que llevó a cabo el proyecto de restauración y adecuación, Claudina López, conoció la fábrica operando y guarda entre sus recuerdos de infancia, la imagen de pequeñas motas de algodón flotando por el aire.  Francisco Toledo vió el conjunto casi en ruinas, con la pátina del tiempo y el desgaste ocasionado por la falta de uso, y con ojos de restaurador, decidió su compra sin saber todavía cuál sería su destino. Cabe mencionar que fue él quien donó el 40% del costo del predio, el resto fue financiado por la ahora Secretaría de Cultura a través del Centro Nacional de las Artes (CENART), el Gobierno del Estado de Oaxaca, la Fundación Harp Helú y Amigos del IAGO.

En un inicio se pensó en la sede del archivo oaxaqueño, luego en el museo textil y finalmente, en una escuela de artes. La restauración comenzó en 2001 y se inauguró en 2006. Los trabajos iniciaron con el rescate de la estructura del edificio principal y la reconstrucción del chalet que hoy ocupan las oficinas administrativas. El proyecto, además, se planteó desde sus orígenes con una vocación ecológica clara y con la intención de dejar explícitos elementos que recordaran el pasado industrial del edificio. Decir, por ejemplo, que la antigua fábrica trabajaba con agua y por eso la hay por todas partes: en los espejos de agua de la entrada —frente a la iglesia neogótica de San Agustín—, y rodeando la simbólica gran caldera que se encuentra en la parte trasera del edificio principal; en el mecanismo que se encarga de enfriar el techo, con un sistema de tuberías que hace rememorar la lluvia.  El agua circula por todo el conjunto, pasa por las fuentes y se vuelve a integrar a su recorrido natural.

Otro elemento de importancia fue la mano de obra. La arquitecta recibió consejos de los viejos maestros albañiles oaxaqueños, quienes además de poseer una capacidad de resolver problemas, realizaron su trabajo con gusto y calidad: “Los albañiles y peones de aquí de verdad son muy bien hechos. A mí me asombra, porque en otras partes son muy especializados. Aquí los ves bien humildes, pero con unos clavos, un pedazo viejo de madera, su metro, nivel e hilo resuelven todo.” Comenta la arquitecta.

Todos estos aspectos hacen que permanezca el espíritu del edificio de época porfiriana, que traspasa el imaginario del paisaje industrial con su magnífica fachada, hoy teñida de un amarillo obtenido del óxido del fierro que encontraron en el sitio. Al mismo tiempo, es un lugar con actualidad. Sus modernas instalaciones albergan un centro de grabado, un laboratorio de impresión fotográfica, impresión digital, elaboración de textiles, dos extensas galerías, una biblioteca, además de estancias para recibir a los artistas. Y es que uno de los objetivos del CASA es la búsqueda de multiculturalidad, es decir, la interacción social, el diálogo, el aprendizaje y la armonía de distintas miradas en torno al arte.

No cabe duda que el CASA y el IAGO son edificios que conservan, junto a su espíritu original, el del maestro Toledo y lo transmiten de la misma forma en que el maestro compartió su obra, su visión del mundo y su vida, a manos abiertas.

 

Por Laureana Martínez Figueroa


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