50 años del binomio González de León / Zabludovsky
De la colaboración de estos dos grandes arquitectos surgieron obras que, con el paso del tiempo, se han convertido en verdaderos íconos de la arquitectura mexicana. Aquí les presentamos tres creaciones representativas de esta importante alianza arquitectónica.
Este 2018 se cumplen también 50 años de una asociación muy especial. Podría decirse que como mancuerna estos dos arquitectos llegaron a determinar buena parte de la imagen de la ciudad, a la vez que consolidaron un lenguaje arquitectónico propio. Estamos hablando de los arquitectos Teodoro González de León y de Abraham Zabludovsky, quienes colaboraron por primera vez en el año de 1968 en el proyecto Unidad Habitacional Lomas de Plateros.
Desde entonces se creó una unión equilibrada y prolífica. González de León aportaba en su trabajo el uso de los espacios centrales como puntos de reunión dentro de cada edificio. Fuera un patio o una calle peatonal, él buscaba “un lugar urbano donde se incorpora la vida pública, con una transición entre el interior y la calle, a través de grandes pórticos, como una penetración de la ciudad dentro del edificio, y al revés”. Mientras que Zabludovsky desarrollaba, por su parte, el uso de los grandes paramentos, con muros y taludes, y la interpretación del patio, en numerosos edificios públicos, con conexiones entre espacios interiores y exteriores.
Otro aspecto que hizo destacar a este binomio arquitectónico, fue la utilización de materiales que no exigían mucho mantenimiento, como la piedra y el concreto, este último “característica de nuestra época que se adapta a todas las formas”. Precisamente González de León aludía a una frase de Le Corbusier −en cuyo estudio trabajó al principio de su carrera−, que definía al concreto como la piedra del siglo XX: “Para nosotros es la piedra moldeable, que se acomoda a nuestras intenciones plásticas, un material que se moldea”.
De la colaboración de estos dos grandes arquitectos surgieron obras que, con el paso del tiempo, se han convertido en verdaderos íconos de la arquitectura mexicana, e hitos de esta ciudad. En sus proyectos figuran edificios de todo género, sin embargo destacan aquellos relacionados con el mundo de la cultura, como museos y centros de enseñanza que realizaron junto con la colaboración de diversos artistas. En esta entrada del blog les presentaremos tres creaciones representativas.
Museo Rufino Tamayo
El diseño comenzó en 1972, mientras que la construcción arrancó hasta 1979 y concluyó en 1981. Es un edificio que, tanto por las particularidades de su diseño como por las soluciones plásticas y funcionales que integra, hizo merecedores a González de León y a Zabludovsky al Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el rubro “Bellas Artes”, en 1982.
Considerado como uno de los pocos ejemplos en México de arquitectura contemporánea destinada desde su proyecto original a la labor museística, el edificio se incorpora armónicamente al entorno gracias a su forma piramidal, lo que remite a la herencia arquitectónica prehispánica. Además, se integra al sitio en virtud de su estructura de varios niveles que se concentra sobre sí misma en volúmenes ciegos de concreto escalonado hacia el centro que, al estar disimulados con taludes vegetales, dan la sensación de que el edificio brota del suelo.
Colegio de México
Construido en 1976 ha sido sede de uno de los centros de educación de posgrado de mayor tradición en México. Las condiciones del terreno −una topografía sumamente irregular por tratarse de las faldas del cerro del Ajusco, cubiertas miles de años atrás por la lava del Xitle− fueron la premisa del proyecto. Pero también se le dio importancia a algunos requerimientos especiales del programa arquitectónico, tales como tener suficiente aislamiento para el buen desarrollo de las actividades, docencia e investigación, y contar con una disposición que permitiera y fomentara la interacción entre personas dedicadas a diferentes disciplinas y posiciones académicas. Los arquitectos dispusieron que los centros de estudio estuvieran ubicados alrededor del nivel alto del patio, sobre los seminarios y la biblioteca; por ello, fueron solucionados en dos niveles, con mezzanines, en donde quedaron alojados los cubículos de los investigadores, y mediante espacios interiores de doble altura que reciben luz central. Mientras que el interior con su gran patio se integra a la naturaleza, el exterior, de concreto martelinado, contrasta con el entorno a través de una fuerte volumetría en la que destaca la geometría rítmica de los vanos y las sombras.
Oficinas centrales de Banamex
Entre 1986 y 1988 se realizó este proyecto de ampliación de las oficinas centrales de Banamex, ubicadas en la esquina de Palma y Venustiano Carranza, sitio en donde el terremoto de 1985 había dejado un vacío.
Para integrar el nuevo edificio con el contiguo, el antiguo palacio de los condes de San Mateo Valparaíso —de 1772, y uno de los mejores ejemplares del barroco mexicano virreinal—, los arquitectos plantearon varias estrategias: la fachada se adaptó en altura y la esquina se remató con un volumen similar al del palacio prexistente; el ritmo de las ventanas en forma de H, típicas de la época virreinal en la Ciudad, se reinterpretó también y se añadió grano de mármol y arena de tezontle rojo al concreto para armonizar con el monumento en color y textura.
Esta obra ha sido considerada uno de los mejores ejemplos de diálogo entre edificios de distintas épocas en entornos patrimoniales. Sin dejar de ser moderno, el edificio supo respetar el lenguaje de las construcciones en el centro histórico a través de un análisis sensible y atinado del sitio, muestra del enorme talento de estos dos arquitectos.
Por Laureana Martínez Figueroa