El CAPFCE y su edificio sede
Conocido también como la “Fábrica de escuelas” el edificio CAPFCE representó un paso adelante en infraestructura educativa e institucional. Se ha vuelto punto de referencia para entender el México olímpico, aquél en el que parecía que nos acercaríamos a ser un país prometedor, con un gran futuro. Su arquitecto, Francisco Artigas, concibió un proyecto completamente funcional que hoy en día se mantiene intacto. Aprendamos un poco de su historia.
El Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas, fue creado en 1944 por el entonces presidente de la República Manuel Ávila Camacho como parte de un gran programa de obras públicas para dar respuesta a la creciente demanda de planteles educativos que había en el país aquella época. La creación de este organismo requirió de los servicios coordinados de arquitectos, médicos, “higienistas”, economistas, pedagogos y “financieros” quienes trabajaron de manera conjunta y aportaron sus conocimientos para formular un planteamiento veraz del problema y buscarle al mismo tiempo, una solución adecuada.
Entre los arquitectos y artistas que participaron en este programa podemos mencionar a José Villagrán García, José Luis Cuevas, Mario Pani y Enrique Yáñez, quienes dieron un primer impulso a la obra del comité en su aspecto técnico, llevando a la práctica la primera planeación escolar. En la etapa inicial fueron construidos grandes edificios escolares como la Normal Superior, el Conservatorio Nacional de Música o la Escuela Nacional de Maestros, construcciones que reflejaron un afán de interés por comenzar la resolución de problemas del tipo educativo, sin embargo —según reconocerían los propios participantes del comité tiempo después—, este tipo de edificios no correspondían con las necesidades educativas del país, que requería numerosos y pequeños centros de instrucción como lo irían comprobando con el paso del tiempo y las experiencias educativas que se llevaron a cabo en distintos estados de la República Mexicana.
En realidad aquellos primeros grandes edificios educativos reflejaban más el afán de legitimidad estatal y la necesidad de demostrar que el discurso revolucionario se estaba llevando a la práctica, pero no fueron una solución realista ni para la población en edad escolar ni para los docentes, para quienes incluso se crearon nuevas plazas con la intención de cubrir la demanda que había en el país. Para lograr que el Comité pudiera cumplir con los objetivos para los que fue creado, se tuvieron que realizar investigaciones y análisis de problemas variados, desde las condiciones económicas y sociales de los lugares en los que se instalarían, así como las demográficas y arquitectónicas, del país, con lo que lograron que el programa comenzara a dar frutos en la década de los cincuenta.
A partir de 1960 las funciones del Comité se descentralizaron hacia los gobiernos estatales para que su actuación se centrara en ampliar la infraestructura a nivel preescolar, media superior, media terminal y superior, que era como entonces se clasificaban los niveles de educación en el país. De esta manera, fruto de la política coordinada del Comité con el gobierno del entonces Distrito Federal encabezado por el Lic. Ernesto P. Uruchurtu, lograron levantarse alrededor de 142 escuelas con 2173 aulas para 271,300 alumnos, desde que éste fue ratificado en su cargo en 1958.
Para 1962, el arquitecto Francisco Artigas era el responsable de dirigir el Comité —cargo en el que se mantuvo hasta 1972—, pero fue el año 1967 cuando se inició el proyecto para reunir todas las oficinas del capfce —que se encontraban dispersas en el centro de la ciudad— en un solo edificio. El terreno elegido para llevar a cabo la nueva construcción se ubicaba en la colonia Florida, en la calle de Vito Alessio Robles. Artigas y su equipo del capfce fueron los encargados de desarrollar el proyecto, quienes retomaron la idea de mostrar la estabilidad y grandeza del Estado pero ahora, a través de los materiales empleados y de una estructura sencilla pero llamativa.
A esto habría que agregar el contexto de ciudad olímpica que estaba instalada el Distrito Federal en aquellos años. Por toda la ciudad se levantaban edificios que debían mostrar tanto a sus visitantes como a quienes la habitaban, —así como a los ojos del exterior—, la modernidad, limpieza, cultura y educación que imperaba en todo el país: la capital sólo sería un reflejo del resto de la República. Es probable que por ello el edificio de Artigas tenga características del llamado estilo internacional, como otros edificados en aquella época, cuando al mismo tiempo se buscaba que el discurso arquitectónico fuera entendido no sólo por los mexicanos sino por personas de cualquier nacionalidad.
Este edificio se emplaza sobre una extensa área arbolada, un terreno privilegiado que se mantiene abierto hacia la calle, —sin rejas ni muros que obstruyan la vista—, de planta rectangular y con tres niveles. Un patio interno permite la entrada de luz y ventilación natural a todo el edificio y permite apreciar la vegetación de la zona desde el interior del edificio. El agua también tiene un papel fundamental en este proyecto pues, además de una fuente en el patio central, el edificio tiene una especie de pórtico en la fachada principal y en las laterales, el cual está formado por espejos de agua, misma que se refleja en los techos de madera con la luz del sol.
El pórtico se logra a través de columnas forradas de mármol blanco mismas que sostienen la loza por dentro lo que logra el efecto de que la fachada parezca flotada. La altura de los entrepisos genera espacios amplios e iluminados en todo el edificio, que al estar planeado como un lugar específico para albergar oficinas, propicia la productividad y un buen ambiente laboral. Los pisos de madera, los grandes vidrios entintados en color bronce y el mármol blanco, reafirman la apariencia institucional de este edificio que aún pertenece al gobierno federal pues alberga al Instituto Nacional de Infraestructura Física Educativa, inifed, como se denomina en la actualidad al anterior capfce.
Sorprende a los especialistas que este sea un edificio de gobierno al que no se le ha intervenido, adecuado o adaptado hasta deformarlo por completo. Desde mi escasa experiencia, considero que los edificios gubernamentales son los que se han conservado más fácilmente sin intervención a pesar de que, como otras construcciones del siglo xx, están catalogadas más no protegidas como su importancia lo amerita.
Por Paulina Martínez Figueroa