El centro comercial y el desarrollo urbano de ciudad de México

El centro comercial y el desarrollo urbano de ciudad de México

Al analizar la historia de la ciudad de México y su relación con la actividad comercial, se puede apreciar que los desafíos y oportunidades mercantiles fueron formando la ciudad actual y siguen determinando parte de su evolución constructiva. Sin embargo, en la actualidad parece que esta dinámica se ha salido de control, pues al parecer se ha remplazado los espacios públicos y familiares por sitios públicos de consumo.

 

Desde el mercado prehispánico, pasando por el Parián y los edificios con locales comerciales en la planta baja de los siglos posteriores, hasta los grandes edificios departamentales, la actividad de compra-venta de productos ha marcado un eje importante en el devenir de la ciudad de México. Sin embargo, en fechas recientes, la caída impresionante de parte de la estructura de Artz Pedregal, uno de los centros comerciales de reciente creación, nos lleva a cuestionar la necesidad de este tipo de espacios, y la forma en que influyen en la formación de nuestra ciudad.

El surgimiento de este tipo de espacios se dio a raíz de las tiendas departamentales, concepto comercial que surgió en 1852 en Francia con la creación de la La Maison du Bon Marché en París. En México, este género de edificios nació en 1857 con el establecimiento de Fábricas de Francia y posteriormente con el surgimiento de El Palacio de Hierro en 1885. El crecimiento de este tipo de tiendas en nuestro país fue paulatino, poco a poco fueron surgiendo algunas otras de tal manera que para finales del siglo XX, el mercado estaría configurado no solamente por tiendas nacionales sino también por algunas otras internacionales.

Sin embargo se puede considerar a 1969 el año en el que se instauró el formato de centro comercial tal y como lo conocemos, más apegado al modelo norteamericano. Amplios espacios, donde estarían presentes una o unas cuantas tiendas departamentales, de autoservicio y/o cines, todos ellos conocidos como “tiendas ancla”, compartiendo el espacio con tiendas más pequeñas que ofrecen una gran diversidad de productos.  Los centros comerciales son desarrollados, en ocasiones por las tiendas departamentales y de autoservicio, bajo la filosofía de “One Stop Shopping”, es decir, encontrar en un mismo lugar una diversidad de productos con el objetivo de hacer un uso más eficiente del tiempo.

La optimización del tiempo, la mercadotecnia apoyada en una pujante industria, el desarrollo urbano que apostaba a la modernidad y confirmaba el estilo de vida estratificado, la creación de una sociedad de consumo y la imagen de éxito basado en la posesión material− “dime qué tienes y te diré quién eres”− fueron factores clave para la implantación y proliferación de estos sitios en nuestra ciudad.

México es el país de América Latina con más centros comerciales, cerca de 650, y se estima que ese número siga creciendo: para 2025, según el Centro Internacional de Centros Comerciales −un think-tank estadounidense enfocado al desarrollo de los mismos−, ese número podría llegar a los 760.

Estos centros comerciales ya no son simples aglomeraciones de tiendas: se desarrollan a partir de “experiencias”, venden “estilo de vida” y su apuesta es, principalmente, crear un vínculo emocional y vivencial con sus visitantes. Espacios abiertos, fuentes, parques de diversiones, restaurantes exclusivos, tiendas electrónicas, cines… cada uno de estos nuevos centros comerciales están diseñados hasta el más mínimo detalle para convertir espacios e intereses privados en “experiencias” públicas.

Según el periódico El Financiero, los cuatro centros comerciales que se abrirán en 2018 en la Ciudad de México, en conjunto, significan una inversión de alrededor de once mil millones de pesos: más del que el gobierno de la capital está invirtiendo en reconstrucción tras el sismo del 19S, más que el dedicado a infraestructura para evitar inundaciones y un cuarto de todo el presupuesto federal para atender las consecuencias de los sismos de septiembre del año pasado.

En contraste, en Estados Unidos desde 2006 no se ha construido un solo centro comercial y varios estudios señalan que entre el 25% y la mitad de esos 1, 200 aún existentes serán demolidos, reutilizados o abandonados en los siguientes cinco años. Los que ya han sido abandonados −antes faros de la vida suburbana de los Estados Unidos− se han convertido en curiosidades documentales y hasta turísticas.

Aunque se tiende a explicar esta crisis por las ventas en líneas (lideradas por el gigante Amazon), también han sido los cambios sociales y culturales los que han golpeado tan fuertemente esta industria que era de las principales en los Estados Unidos: una clase media, media alta que se muda de vuelta a las ciudades, abandonando los suburbios, consumo “crítico” y “verde” y el mercado de “experiencias” han sido elementos también responsables para que esta industria esté al borde de la crisis generalizada.

Con base en lo anterior, es cada vez más necesaria la reflexión acerca del consumismo, de la necesidad de estos espacios comerciales, de la forma en que construyen/destruyen parte de nuestra ciudad y marcan el futuro de la misma,  ¿Queremos que esta ciudad sea para el comercio o para todos?

Por Laureana Martínez


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