Extraños ausentes: los jardines de niños en la historia de la arquitectura mexicana contemporánea
Es innegable en la actualidad, la importancia de la denominada “primera infancia”, definida por la UNESCO como el “periodo que va del nacimiento a los ocho años de edad, que constituye un momento único del crecimiento en que el cerebro se desarrolla notablemente”. Durante esta etapa, los niños reciben una mayor influencia de sus entornos y contextos por lo que los espacios diseñados para ellos, son de suma importancia. Pero no siempre fue así, y aunque ya existe más consciencia sobre la importancia de la arquitectura infantil, aún los niños siguen ausentes en otros ámbitos, como el político, o el historiográfico. Esta entrada del blog da un repaso por una historia poco conocida dentro de la arquitectura mexicana, una historia silenciosa, a pequeña escala, pero de gran trascendencia y potencial.
Si bien dentro del desarrollo de la arquitectura mexicana, los planteles escolares han sido del tipo de construcción al que se le ha prestado mayor atención, resulta un tanto difícil creer que la arquitectura de los jardines de niños haya sido pasada por alto por la mayoría de los especialistas en estos temas. Sin embargo es comprensible si tomamos en cuenta que los niños a los que va dirigido este tipo especial de construcción también fueron invisibles por mucho tiempo tanto para el gobierno como para la sociedad en general.
A principios del siglo xx, los niños de 3 a 6 años de edad sólo eran prioridad para sus familias, crecían y aprendían en el entorno casero por lo que no se consideraba necesario llevarlo a un lugar especial para su cuidado y enseñanza. Esto comenzó a cambiar cuando las madres fueron introduciéndose al entorno laboral, por lo que las primeras guarderías y jardines de niños se encontraban anexos a fábricas o establecimientos que empleaban sobre todo a madres de familia.
Aunque la educación preescolar formó parte del discurso gubernamental posrevolucionario aproximadamente desde 1921, en él se dio prioridad a la formación de un niño netamente mexicano, por lo que se priorizó la creación de actividades, juegos y música mexicana especial para los más pequeños, pero todavía no se puso atención a los espacios en los cuales se desarrollaba su vida escolar. El número de jardines de niños siguió aumentando pero los locales para ello no tenían características especiales que los diferenciaran de otros e incluso en algunos casos se compartían con niños de otros niveles escolares.
Fue hasta principios de los años cuarenta, con la llegada de Jaime Torres Bodet a la Secretaría de Educación Pública y la fundación del Comité de Administración del Programa Federal de Construcciones Escolares (capfce), cuando el Estado miró con más empeño al sector preescolar y se hicieron esfuerzos para mejorar las instalaciones de estos planteles para equiparlos con el mobiliario y el material didáctico que respondía mejor a sus necesidades. Su número creció considerablemente y en 1946 había un total de 620 en toda la República. Para finales de esta década es cuando encontramos los primeros ejemplos de una arquitectura especial para preescolares, con espacios acogedores, coloridos, juegos, jardines y aulas especiales para cubrir las áreas de aprendizaje que correspondían a los escolares más pequeños.
Los jardines de niños del Multifamiliar Presidente Alemán (1949), del Centro Urbano Presidente Juárez (1952), de la Unidad Habitacional imss Santa Fé (1957) y la Unidad Independencia (1960) son los ejemplos más visibles del cambio que se llevó a cabo en la manera de ver los espacios educativo para preescolares, todos creados bajo el principio de la integración plástica. En el mpa, diseñado por Mario Pani, la guardería y el jardín de niños contaban con murales de Carlos Mérida en un friso de vinílica sobre concreto con diseños de animales y en varios motivos zoomorfos que se encontraban a la entrada del lugar. Caso similar ocurrió en el jardín de niños del cupj, también diseñado por Pani y que de igual modo contaba con algunos paneles decorados con los diseños del mismo pintor. Además, en este caso debe resaltarse su ubicación entre tres grandes jardines, aislados y acondicionados para que los niños estuvieran en un ambiente tranquilo, apto para el reposo pero también para el juego.
El jardín de niños de la Unidad Habitacional imss Santa Fé, contaba con aulas al aire libre, espacios raramente encontrados en México y que según especialistas, recuerdan el concepto típico de las escuelas anarquistas e incluso de los hospitales para niños con tuberculosis del período de entreguerras en Europa. Este jardín además, contaba en el área exterior con un arenero, elemento que aparecería posteriormente en casi todos los espacios de juegos escolares mexicanos. Además, a partir de los años cincuenta, se establecería con mayor claridad los distintos espacios que debían tener los jardines de niños y que los arquitectos debían tener en cuenta para su diseño y construcción.
De esta manera encontramos ya espacios para oficinas que además de dirección, salón de educadoras y bodegas, debía contar con un servicio médico exclusivo para los alumnos. También debían proyectarse aulas para casi cada actividad que se llevara a cabo con los niños, como la de dibujo, la de actividades domésticas, una biblioteca y la famosa aula de cantos y juegos tan característica de los jardines de niños de la época, en la cual se llevaban a cabo juegos rítmicos, cuentos actuados, orquestas infantiles y bailes; y por supuesto, un aula al aire libre, para que los pequeños pudieran estar en contacto con la naturaleza.
Además de estas áreas propias para profesores y alumnos se contemplaron los llamados “locales especiales” que incluían un teatro, un comedor apropiado para la alimentación de los niños, una cocina para la preparación de alimentos, un lugar de siestas y los sanitarios. En la parte exterior, los espacios abiertos también jugaron un papel primordial. Desde el patio de honor, para rendir honores a la bandera; el jardín de juegos, que ya incluía las famosas estructuras tubulares para trepar, columpios, sube y baja, resbaladillas, areneros e incluso espejos de agua; o granjas y parcelas, para aprender sobre el cuidado de los animales y el cultivo de plantas y flores.
Estos nuevos espacios ya mostraban una mayor preocupación por adecuarse a las necesidades de la población infantil en edad preescolar, motivar su desarrollo y aprendizaje pero a la vez proporcionando un lugar adecuado para descansar si era necesario, para alimentarse, para atenderlos medicamente si era requerido y para su esparcimiento. Tomó alrededor de cincuenta años visibilizar a los más pequeños, pero este esfuerzo por parte de la sep y de los arquitectos por construir un espacio infantil exclusivo para preescolares no se restringió a la ciudad de México. Todavía se encuentran ejemplos de gran valor histórico y arquitectónico en lugares como Xalapa, Veracruz, Acapulco, Guerrero, Zacatepec y Tepoztlán, Morelos, Toluca, Estado de México y otros, mismos que deben ser estudiados en un futuro para aprender más acerca de este tema tan extraordinario como desconocido.
Por Paulina Martínez Figueroa