Manzanares 25 y la arquitectura habitacional del siglo XVI

Manzanares 25 y la arquitectura habitacional del siglo XVI

En octubre abrirá sus puertas el museo de sitio y el centro de artes para niños ubicado en Manzanares 25, en el barrio de La Merced, considerada la casa habitación más antigua de Ciudad de México.

 

La ciudad de México en el siglo XVI, la que sería emporio y cabeza de la Nueva España fue construida días después de que la gran Tenochtitlán fuera arrasada. Sobre sus ruinas humeantes se construyeron los cimientos de la nueva urbe. A decir de Jesús Galindo y Villa en Historia sumaria de la Ciudad de México, las casas fueron levantándose, pero con sus almenas, sus torreones y aspecto de verdaderas fortalezas; de un piso generalmente, utilizando tezontle, las más eran de cal y canto con fuerte viguería y techos de azotea; con pocas puertas a la calle, escasas ventanas y balcones con antepechos de piedra. En el interior tenían grandes patios a la usanza de las poblaciones meridionales de España, con cuadras para caballos, salas de armas, de tal forma que la ciudad “debía parecer más bien un campamento que una población”.

Hacia el último cuarto del siglo XVI la capital comenzó a experimentar cambios notables. No tanto en su estructura urbana, pero sí en su fisonomía y en el uso social del espacio. El temor de que la metrópoli pudiera ser atacada había sido superado, lo que se tradujo en una presencia mucho más intensa de la gente en las calles.  Las primitivas casas también cambiaron: el recio aspecto de sus fachadas se tornó diferente al mostrar numerosas y amplias ventanas, las cuales favorecieron que la vida doméstica, hasta ese momento introvertida, comenzara a volcarse hacia el exterior.

Todas estas descripciones de una arquitectura mestiza y parca, son visibles en la casa de Manzanares, considerada la más antigua de la ciudad. Esta construcción, que data de finales del siglo XVI es, al parecer, el único ejemplo de la ciudad del siglo XVI que queda en pie. Hay que recordar que en el año 1629 tuvo lugar un aluvión que durante casi un lustro cambió profundamente la vida y la fisonomía de la metrópoli. Las pocas construcciones del siglo anterior que aún existían tuvieron que ser demolidas o terminaron por ser sepultadas, pues el nivel de las calles se elevó para prevenir futuras inundaciones.

Es por ello que este edificio patrimonial considerado un documento histórico invaluable, merecía ser rescatado en 2010 del grave deterioro en que se encontraba. Sin embargo, fue hasta 2015 que comenzaron su recuperación y actualmente están en la segunda, de tres etapas. El objetivo es que en menos de seis meses comiencen a impartirse, en coordinación con la Secretaría de Cultura federal, talleres musicales, cinematográficos y de literatura para beneficiar a 800 niños que viven en calles aledañas a esta zona invadida por la prostitución, así como el comercio informal.

La casa consta de un patio rodeado por 12 cuartos, que más o menos poseen idénticas dimensiones. Investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia presumen que perteneció a un comerciante indígena acomodado: la casona se halla en la zona por la que entraban a la ciudad, a bordo de canoas y trajineras —y a través de un laberinto de acequias y canales—, los productos vegetales que aseguraban su supervivencia.

Juan Benito Artigas ha señalado que el edificio conserva elementos arquitectónicos y materiales constructivos propios del siglo XVI: la disposición del patio, la ausencia de comedor y de un cuarto para la cocina posee fuertes reminiscencias prehispánicas: habla de una casa construida en los primeros días de la ciudad. Artigas apunta, como referencias inobjetables de la antigüedad de la construcción, los cimientos de tezontle, los rodapiés de piedra de recinto y la manera de enmarcar puertas y ventanas mediante un sistema de adarajas.

Convertida en populosa vecindad, la casona atravesó los siglos. Fue evacuada hace unos años: varios techos se habían desplomado y los muros estaban fragmentados. La hierba había crecido en las habitaciones y en el patio.  Finalmente en 2015 el Fideicomiso del Centro Histórico inició su rescate y comenzaron las labores de recuperación. La primera etapa consistió en el apuntalamiento de la estructura, limpieza y remoción de los elementos constructivos añadidos a los largo del tiempo. La segunda etapa fue la reconstrucción y mantenimiento de los objetos encontrados en el sitio y en la tercera se ajustarán detalles finales para que el inmueble quede listo y pueda seguir funcionando algunos años, o quizá otros siglos más.


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