Oficinas centrales de Sumesa: la introducción de los supermercados en México

Oficinas centrales de Sumesa: la introducción de los supermercados en México

Una cadena de supermercados en expansión, una necesidad programática y la presencia de un arquitecto reconocido, son los pilares de esta historia que nos recuerda que la arquitectura comercial retoma “los mismos principios de la arquitectura pompeyana: vivir hacia el interior.”

 

Seguramente para muchos de nuestros lectores la palabra Sumesa sea desconocida, sin embargo esta empresa de autoservicio fue una de las más importantes en México, sobre todo durante la segunda mitad del siglo XX. Varias fuentes indican incluso que fue la primera tienda de este tipo en el país, con una sucursal ubicada en la colonia Roma, inaugurada el 9 de marzo de 1945. Aunque hay discrepancias en torno a la fecha y lugar en que se localizó, lo que sí es seguro es que poco tiempo después, Supermercados S.A. se convertiría en una de las cadenas más grandes y prósperas del país, comandada por el empresario regiomontano Jaime Garza, dueño también del Banco Mercantil de Monterrey y de los Helados Yom-Yom.

No es de extrañar que el primer supermercado en México fuera de origen regiomontano, pues este nuevo formato de tienda llegó al país a través de la frontera, más permeable a la influencia norteamericana. La idea básica era que el cliente pudiera elegir por sí mismo y revisar los productos del inventario, que serían colocados de una manera atractiva y conveniente, para después pasar por una estación de revisión y pago en la que los artículos serían facturados, empacados y acomodados. Todos los productos necesarios para la subsistencia cotidiana se encontrarían bajo un mismo techo y los compradores podrían elegirlos y compararlos. Parece fácil, pero esto trajo consigo un fuerte cambio en los hábitos de consumo de la sociedad mexicana.

Para los años sesenta, la cadena ya había crecido con alrededor de 40 tiendas, contaban con un centro comercial al sur de la ciudad y manejaban mayoreo y venta a otros minoristas. Las bodegas generales que suministraban los artículos a las distintas tiendas de la capital se encontraban ubicadas en la zona industrial Vallejo localizada en la parte oriental de la Delegación Azcapotzalco, la cual había sido echada a andar oficialmente en 1944 con un decreto emitido por el presidente Manuel Ávila Camacho. Debido a ello, no es de extrañar que los dueños de Sumesa decidieran instalar allí mismo sus oficinas generales en la época en la que su empresa se encontraba en pleno apogeo.

El arquitecto elegido para llevar a cabo la construcción fue Vladimir Kaspé, chino de origen ruso y nacionalizado mexicano que estudió en la escuela de Beaux Arts en París. Allí conoció al arquitecto Mario Pani, quien lo invitó a trabajar en México por lo que llegó a nuestro país en 1942 y para 1946 ya era oficialmente mexicano. Para los conocedores de la época, al momento de edificar estas oficinas, Kaspé se encontraba libre de doctrinas, actuaba dentro de “una corriente con autoridad, sin academismos, con la conciencia de un arquitecto que ha madurado”.

Y es que los retos que presentaba levantar un edificio de oficinas dentro de una zona industrial eran grandes, sobre todo porque era un lugar abierto expuesto al polvo y a las materias que provenían de las instalaciones industriales de la zona, además de que debía tomarse en cuenta el terreno ocupado parcialmente por el importante volumen del almacén. Por lo mismo se decidió que la construcción se volcaría “hacia adentro” a través de un patio central en el que convergieran todos los servicios que contenía el edificio. La circulación alrededor del patio se haría a través de pórticos para lo cual el arquitecto se basó, según sus propias palabras, en “los mismos principios de la arquitectura pompeyana: vivir hacia el interior.”

Así, se construyó un edificio de dos plantas de las cuales, la baja se ocupó para distribuir las oficinas con mayor afluencia de personas, al igual que los servicios comunes que compartían el área de las bodegas y el área de oficinas, como cocina, comedor, sanitarios, etc. Los despachos para ejecutivos se ubicaron en la planta alta y, a diferencia de las oficinas generales, que miraban hacia el patio central, éstos nuevamente se vertían hacia sí mismos y tenían espacios diseñados especialmente para las labores que se requerían como salas de juntas y de prueba de productos.

El cuerpo de oficinas quedó localizado de tal forma que se estableciera una relación estrecha con los almacenes y a la vez funcionó como el eje longitudinal a la entrada de éstos. También se ocupó como base de la composición y la columna vertebral que permitía una mayor claridad en el funcionamiento del conjunto. Para las fachadas interiores se utilizaron ventanales que permitían el contacto directo con el patio para lograr el objetivo de la actividad volcada hacia el interior y las fachadas exteriores obedecieron más que nada a la orientación.

Si bien la empresa invirtió en la construcción de sus almacenes, oficinas y sucursales en la época de su apogeo, la realidad es que poco tiempo después vendrían las dificultades. Primero se fusionaría con la Central de Mercados (cemerca) que ya contaba también con una tienda de autoservicio llamada Superama y después, ambas ya fusionadas, pasarían a formar parte de consorcio aún mayor: Comercial Mexicana. A partir de allí, en 1981, la empresa se fue en picada. Si bien aguantarían algunos años más, el cierre masivo de tiendas se inició al finalizar esta década. De las 70 que hubo en algún momento, ahora solo quedan once, mismas que desaparecerán antes del 2020. Sin embargo, siempre llamará la atención la decisión de haber convocado a Kaspé para llevar a cabo la construcción de esta obra.

Por Paulina Martínez Figueroa


Comments are closed.