Arquitectura y política

Arquitectura y política

En estos meses de intensa actividad política, vale la pena revisar la obra de Josep María Montaner y Zaida Muxi, que bajo el título “Arquitectura y política. Ensayo para mundos alternativos” presenta un interesante análisis de esta compleja relación.

 

El urbanismo nació y se desarrolló como una disciplina práctica de intervención sobre el territorio, para “ordenarlo” con el fin de organizar el funcionamiento de la ciudad y el acceso a los bienes y servicios colectivos de sus habitantes y sus usuarios. Pero también expresó desde sus inicios una vocación de transformación social, de mejorar la calidad de vida de las poblaciones más necesitadas, de reducir las desigualdades.

Estas ideas de Idelfons Cerdà, uno de los fundadores del urbanismo moderno, nos hacen ver la vocación política de la arquitectura, relación que se remonta al origen de la palabra: “política” deriva del griego polis; es decir, la ciudad como agrupación ordenada de ciudadanos libres y diferentes que se auto organizan para interactuar en el mundo.

“La arquitectura tiene una estrecha relación con la vida humana, por tanto tiene mucho que ver con el poder político y económico, con la voluntad colectiva de lo social y de lo común, de lo público y de la permanencia en el futuro.”

Así comienza la introducción a esta obra del binomio Muxi-Montaner, que, en breves capítulos, aborda la historia del urbanismo, de la arquitectura, de la sociedad de consumo, de la especulación inmobiliaria, del problema de la vivienda, de las tradiciones críticas a la urbanización capitalista, del derecho a la movilidad, del medio ambiente, de la relación entre urbanismo y poder, del feminismo urbano, entre otros temas de interés actual.

Se trata de una obra crítica que pone en manifiesto cómo la relación entre política y arquitectura se ha ido deteriorando, pues, por un lado, se ha basado en palabras y seudo conceptos que oscurecen la realidad y justifican los desmanes territoriales; y por otro lado, ha dado pie a discursos humanistas que exaltan la arquitectura como un objeto singular y gratuito, desvinculado completamente de su contexto social.

En el prólogo, Jordi Borja lo define como un libro homeopático, “por su brevedad en la relación con la multitud de temáticas y porque permite una lectura a pequeñas dosis” y además advierte que se trata de un texto que lleva consigo una fuerte carga analítica derivada de la exigencia ética de los autores, de su observaciones de los efectos del capitalismo especulativo actual y de su concepción de la responsabilidad de los profesionales.

Se trata, en suma, de una contribución intelectual necesaria, que exige no quedarse en el papel, sino llevar sus ideas al campo de las acciones para recuperar la responsabilidad política de los profesionistas en la planeación y construcción de las ciudades modernas.


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