Art Nouveau: cuando la arquitectura se vistió de primavera

Art Nouveau: cuando la arquitectura se vistió de primavera

Antes de los muros verdes, una corriente arquitectónica quiso plasmar a través de sus elementos, las maravillas de la naturaleza.

 

El ornamento en la arquitectura ha jugado, casi desde sus inicios, un papel fundamental. Su presencia, su cualidad estética y formal e incluso su ausencia, han contribuido a situar, enmarcar y explicar la arquitectura en un momento y un espacio. Es el caso del movimiento Art Nouveau, cuyo desarrollo tuvo lugar principalmente en el campo de las artes decorativas entre 1894 y 1910.

El Art nouveau −considerado por algunos historiadores del arte como un estilo ornamental−, reaccionó contra el academicismo y el eclecticismo del siglo XIX. Esta corriente buscó fuentes de inspiración en la naturaleza, de ahí su elegancia decorativa y sus cualidades sensoriales.

A decir del Dr. Enrique X. de Anda, los grandes temas que abordaron artistas, artesanos y arquitectos del Art nouveau fueron la mujer y la naturaleza con toda su carga simbólica “… la imagen de la naturaleza en su fase de renacimiento, de primavera, de savia que circula y vivifica, y que da pie a una imagen de juventud eterna.”

Los motivos relacionados con la naturaleza aludidos fueron principalmente: vegetales –tallos que representaban plantas jóvenes y flores −; representaciones de lo efímero –libélulas, mariposas, botones de plantas−; nubes, humo y el mundo marino –flora, espuma y fauna exótica como pulpos, anguilas, cangrejos e hipocampos−; entre otros.

En México el Art Nouveau llegó durante la última década del siglo XIX gracias al interés que tuvieron artistas e intelectuales en conocer y adoptar las novedades vigentes en Europa Central. Entre los ejemplos más sobresalientes de este estilo en la Ciudad de México se encuentran: los interiores del Centro Mercantil (hoy Gran Hotel de la Ciudad de México); la entrada principal y laterales, la herrería y las ventanas de la parte baja del Palacio de Bellas Artes; el piso del vestíbulo y la escalera del Museo de Geología; elementos decorativos en las fachadas y vitrales del Palacio de Hierro del Centro Histórico de la Ciudad de México; las fachadas de la Casa Prunes en la calle de Chihuahua 78,  y la del edificio Guanajuato 54 –que actualmente tiene un café en la planta baja− en la colonia Roma; así como la casa ubicada en General Prim 39 en la colonia Juárez.

 

Por Laureana Martínez


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